Viajar como y con propósito

Viajar es un propósito, un camino y, sin duda, un destino. Es una tendencia de consumo permanente, un tema de conversación inagotable y uno de esos proyectos que, una vez se cumplen, dejan la energía suficiente para planear el próximo objetivo… ¡El próximo destino!

Por Sarita Palacio Garcés

Encontrar un destino, leer sobre este, buscar reseñas e historias de quienes ya estuvieron allí, curiosear en TripAdvisor esos imperdibles por visitar… ¡Enamorarse de un lugar sin haberlo pisado aún! Ahí, en esos pasos previos, es donde realmente empieza la experiencia, un abrebocas de la colección de recuerdos que los cinco sentidos registran en esa aventura a la que llamamos VIAJAR

Hoy, tras la pandemia, las tendencias de consumo en el mundo han revolucionado la forma de interactuar, de planear y de vivir. Particularmente, los viajes y las maneras de desplazarnos se han repensado. Una forma de verificar lo anterior son las predicciones de Pinterest, pues gracias a la herramienta Predicts de esta plataforma se conocen las preferencias de 400 millones de usuarios en todo el planeta a la hora de viajar.

Desde experiencias nocturnas hasta recorridos ecológicos y planes dedicados a reconocer y disfrutar lo local (especialmente la gastronomía) hacen parte de las búsquedas más populares en el último año. Conexión, tranquilidad y disfrute de lo local como mandamientos de los nuevos viajes. 

¿Cuál es el deseo? Viajar para estar tranquilos, para desconectar y poder reconectar, para vivir mejor. De hecho, un estudio realizado en 2002 por investigadores de la Universidad de Surrey, en el Reino Unido, sugiere que solo planear un viaje con anticipación produce sentimientos positivos y hace que los turistas se sientan “mucho más felices con su vida en general”.

Dos viajeros que recorrieron el mundo para encontrar, encontrarse y crear 

Cuando Charles Darwin tenía 22 años se embarcó en el Beagle para iniciar una vuelta al mundo que duró cinco años y cuyo principal resultado fue una teoría revolucionaria: El origen de las especies. Cuando zarpó, sabía que estaba dejando tierra firme para dar rienda suelta a sus búsquedas. Estaba convencido de que quería abandonar lo conocido para hallar su propósito y, después de un periplo por Islas Canarias, Río de Janeiro, La Patagonia, Los Andes, Islas Galápagos, Nueva Zelanda y Nueva Inglaterra, ahí estaba el tesoro: su libro, su diario, sus observaciones.

Además de descubrir y crear, viajar también es elegir y es aquí donde aparece otra gran historia. Se trata de Hester Stanhope, quien nació en 1776 y cambió su vida victoriana por el desierto, un escenario que con los días se convirtió en su único hogar.

Hester invirtió su pensión en darse el único lujo que le apetecía realmente: viajar. De esta manera, tuvo una vida llena de aventuras. Es más, llegó a ser tal su conexión con los territorios que habitaba y por los que se desplazaba continuamente, que las tribus nómadas de Siria llegaron a alabarla, incluso, como una divinidad. 

Ahora, mi experiencia personal

Yo he viajado para conocer, para aprender, para perderme y encontrarme, para coleccionar recuerdos. No he sido alabada por tribus nómadas ni he desarrollado grandes teorías, pero lo que sí es cierto es que con cada viaje me he regalado dosis poderosas de tranquilidad, de conocimiento de otros territorios y de encuentro con otras culturas. 

Viajar con propósito es una tarea que va más allá de un título: viajar a destinos sostenibles es una convicción que trasciende la meta y honra el camino para llegar a ella. Viajar puede ser un estilo de vida que asocia lugares, formas y narrativas que se quedan en la piel para sentirlas siempre, en el corazón para que este lata cada vez que se pase por ellas y en la razón para llenar de conocimiento cada recuerdo.

No obstante, viajar debe ser también un ejercicio de conciencia. Uno que le apueste al respeto por el espacio que se habita y por la comunidad que permanece, y que le abra las puertas a cada escenario para perdurar en el tiempo. 

Viajar debe convertirse en un ejercicio cada vez más empático, en una colección de emociones y anécdotas que no destrocen ecosistemas, sino que favorezcan su preservación; viajar debe ser, al final, un ejercicio que nutra a quien transita y a quien recibe, que permita contar historias para elevar la mirada al evocar la experiencia vivida y reafirmar que haberla asumido con respeto hizo que cada minuto valiera la pena. 

Estamos hechos de los viajes emprendidos, también.